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El Carrascal: cuando la historia salió a la luz
Diez esqueletos, cuatro balas de plomo y una historia enterrada durante más de dos siglos: así salió a la luz la memoria de la Guerra de la Independencia.
Era diciembre de 2014 y en el barrio de El Carrascal, en Unzué, las obras parecían rutinarias: reparar una tubería de agua. Pero bajo la pala mecánica apareció algo inesperado. Entre la tierra removida asomaban huesos humanos. Nadie imaginaba entonces que se trataba de un testimonio silencioso de la Guerra de la Independencia, oculto durante más de dos siglos.
Diez jóvenes en una fosa común
El hallazgo obligó a detener los trabajos y activar un protocolo arqueológico de urgencia. El resultado: una fosa común con diez cuerpos alineados cuidadosamente, jóvenes varones de entre 16 y 25 años que presentaban 22 balazos, seis de ellos por la espalda. Ninguno llevaba objetos personales, ningún botón de uniforme, ninguna medalla o rosario. Solo huesos atravesados por proyectiles de plomo.
El estudio antropológico realizado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi confirmó que todos murieron de forma violenta, víctimas de disparos a quemarropa. En tres de ellos, las balas habían quedado incrustadas en el fémur, el cráneo o la mandíbula. Era la huella inconfundible de los fusiles de avancarga usados a principios del siglo XIX.
Ecos de la Guerra de la Independencia
La investigación histórica y toda esta información permitió descartar en seguida que se tratase de víctimas de la Guerra Civil y situar los hechos en el marco de la Guerra de la Independencia (1808-1814), en un momento muy concreto: el 12 de agosto de 1809.
Ese día, el guerrillero navarro Xavier Mina, al frente del célebre Corso Terrestre, emboscó a un grupo de artilleros franceses en el puerto de El Carrascal. Todo apunta a que los diez hombres enterrados en la fosa eran precisamente aquellos soldados abatidos en la refriega.
Los cuerpos, recogidos a toda prisa, fueron depositados en una zanja excavada en la tierra arcillosa y cubiertos con la misma tierra removida. No hubo ceremonias, solo el anonimato de una fosa común.
Ciencia y memoria
Más de doscientos años después, la ciencia nos ha devuelto aquel fragmento de historia. La fosa de El Carrascal es, en definitiva, un testimonio material de la violencia de la guerra y de la memoria que todavía permanece enterrada bajo nuestros pies. Su recuperación nos ayuda a reconstruir, con rigor científico y mirada humana, fragmentos olvidados de nuestra historia reciente.