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¿Es importante definir el Antropoceno?

Desde mediados del siglo XX, el uso de combustibles fósiles impulsó un notable aumento del consumo y la producción industrial. Esta intensa explotación de recursos naturales y la generación masiva de residuos han alterado el sistema terrestre. La propuesta de un nuevo tiempo geológico que refleje este cambio planetario se basa en el registro sedimentario de las actividades humanas.

El concepto de un nuevo tiempo geológico denominado Antropoceno ha captado gran atención mediática en los últimos años. Sin embargo, ha dividido a la comunidad de Ciencias de la Tierra tras una votación polémica que rechazó en 2024 su formalización, desconcertando también a las personas interesadas en la temática climática y ambiental. ¿Es relevante reconocer en la Escala del Tiempo Geológico el impacto humano que, entre otros efectos, podría retrasar la próxima glaciación al menos 100.000 años?

Para el Anthropocene Working Group (AWG) la respuesta es afirmativa. Este grupo ha analizado exhaustivamente las evidencias científicas que apuntan a un cambio fundamental en los procesos geológicos de la superficie terrestre, superando el rango de variabilidad natural del Holoceno (últimos 11.700 años). Asimismo, el AWG ha desmentido las afirmaciones que presentan el Antropoceno como una declaración política disfrazada de Geología.

El término específico “Antropoceno” no debe confundirse con el término más amplio “antropogénico”. Mientras que “Antropoceno” señala un punto de inflexión en el cual el sistema terrestre salió de las condiciones propias del Holoceno debido a la intensificación del impacto humano, “antropogénico” abarca toda la historia de ese impacto humano sobre el sistema terrestre. Es importante aclarar que la propuesta del Antropoceno como una nueva época geológica no implica un cambio repentino del sistema terrestre desde un estado natural a uno dominado por el ser humano a mediados del siglo XX. En realidad, la transformación antropogénica de la superficie terrestre tiene raíces que se extienden a lo largo de milenios. Sin embargo, solamente las evidencias estratigráficas a partir de la Gran Aceleración del siglo XX permiten a la Geología afirmar que el sistema terrestre ha abandonado los parámetros del Holoceno.

En su propuesta original del año 2000, Paul Crutzen señaló a la Revolución Industrial como el punto de inicio de este nuevo tiempo geológico. Sin embargo, posteriormente consideró la mitad del siglo XX como el límite más adecuado entre el Holoceno, relativamente estable, y el Antropoceno, resultado directo de un cambio socioeconómico global. Los indicadores del impacto de la actividad industrial alimentada por combustibles fósiles muestran una ligera diacronía a nivel planetario (por ejemplo, en la concentración de partículas carbonáceas esferoidales generadas por la quema de combustibles fósiles a altas temperaturas), por lo que el AWG ha utilizado el aumento significativo de isótopos de plutonio procedentes de las pruebas termonucleares a partir de 1952 como el marcador sincrónico global más fiable para establecer la base del Antropoceno.

Una analogía geológica adecuada sería la anomalía de metal iridio que marca el inicio de la era Cenozoica, donde este elemento raro representa el evento de extinción masiva causado por un impacto meteorítico al final del periodo Cretácico, hace 66 millones de años. Del mismo modo, aunque la comunidad geológica está de acuerdo en la fecha de 11.700 años para el inicio del interglacial Holoceno, nuestro planeta no abandonó abruptamente las condiciones glaciales previas en ese momento exacto. Por el contrario, fueron necesarios miles de años para que las condiciones interglaciales se establecieran plenamente en ambos hemisferios. Por ello, determinar con exactitud el inicio del Antropoceno no implica necesariamente que los cambios que lo caracterizan hayan comenzado únicamente en ese instante.

La propuesta del AWG fue presentada ante la Subcomisión de Estratigrafía del Cuaternario (SQS) en octubre de 2023, recomendando la definición de la edad Crawfordiana y la época Antropoceno, con inicio en la lámina sedimentaria depositada en otoño de 1952 en los sedimentos del lago Crawford, Canadá. No obstante, la discusión en el seno de la SQS ignoró por completo las evidencias estratigráficas aportadas y se centró en debatir si el Antropoceno debía formalizarse como una época geológica. Una posible alternativa era considerar la edad Crawfordiana como la cuarta división del Holoceno (junto con el Groenlandiense, Norgripiense y Megalayense).

División temporal de la era Cenozoica en la Tabla Cronoestratigráfica Internacional.

Sin embargo, esta opción también fue descartada, pese a que el cambio registrado por el Antropoceno en el sistema terrestre es objetivamente mayor que los cambios que caracterizan a las edades Norgripiense y Megalayense, definidas por pequeños eventos climáticos. Además, el registro sedimentario de 17,5 cm del lago Crawford relacionado con el Antropoceno es significativamente más grueso que la sección de espeleotema que define el estratotipo del Megalayense. Sorprendentemente, la declaración conjunta de la Comisión Internacional de Estratigrafía (ICS) y de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS) rechazó en marzo de 2024 la propuesta del AWG y defendió el Antropoceno como un evento diacrónico de larga duración y sin límite temporal, a pesar de que esta opción no había sido discutida formalmente por los miembros de la SQS.

Existe una clara diferencia entre la propuesta informal del evento Antropoceno, que abarca los impactos antropogénicos acumulativos en el tiempo que se extenderían durante decenas de miles de años, y el cambio definido por el AWG como una nueva época geológica en el sistema terrestre, con inicio a mediados del siglo XX. Además, es importante señalar que el sufijo “-ceno” se emplea exclusivamente para denominar unidades temporales correspondientes a épocas geológicas dentro de la era Cenozoica. Por lo tanto, cualquier propuesta que sugiera una categoría temporal diferente debería utilizar una terminología alternativa para evitar confusiones.

El impacto antropogénico resultante del uso masivo de energía desde mediados del siglo XX y la liberación a la atmósfera de grandes cantidades de CO2 se refleja de forma clara en los registros instrumentales de la temperatura global. Aunque el límite de 1,5 °C para el calentamiento global respecto a los niveles preindustriales establecido por las Naciones Unidas ya se alcanzó en 2024, el calentamiento adicional derivado del desequilibrio energético de la Tierra (la diferencia entre la energía térmica retenida y la irradiada al espacio exterior) superará hacia finales de este siglo los niveles registrados en los intervalos interglaciales más cálidos del periodo Cuaternario (últimos 2,6 millones de años).

Anomalías de la temperatura global anual (oC) durante el intervalo 1940-2024 en relación a la etapa preindustrial.

Debido al rápido incremento de CO2 y su prolongado tiempo de permanencia en la atmósfera, muchas de las consecuencias de esta Gran Aceleración serán inevitables e irreversibles durante milenios. Se estima que un 15 % del CO2 antropogénico permanecerá en la atmósfera durante más de 100.000 años. A medida que se acumule más vapor de agua procedente de un océano en proceso de calentamiento, el cambio en el Sistema Terrestre y sus repercusiones socioeconómicas se intensificarán. Esto incluye el aumento del nivel marino que inundará las zonas costeras y afectará a sus poblaciones humanas, como resultado de la expansión térmica y la fusión de glaciares.

La creciente diferencia en la concentración actual de gases de efecto invernadero, comparada con sus valores en el Holoceno, ha reemplazado a los ciclos de Milankovitch como el principal motor climático que ha regulado la alternancia entre fases glaciales e interglaciales durante el Cuaternario. Los niveles actuales de CO2, que superan las 429 ppm, no solo se alejan de la estabilidad característica del Holoceno (260-280 ppm), sino que también exceden la variabilidad registrada en los últimos 2,6 millones de años (200-300 ppm). Como resultado, hemos dejado atrás las condiciones climáticas relativamente estables del Holoceno y nos adentramos rápidamente en condiciones cálidas comparables únicamente con épocas geológicas más antiguas. Estudios actuales analizan el Piacenziense medio (hace 3 millones de años), el Mioceno medio (hace 12 millones de años) e incluso el Eoceno temprano (hace 50 millones de años) como posibles analogías para los cambios previstos en los próximos siglos. Estas transformaciones globales desde mediados del siglo XX sugieren un impacto que afecta al Cuaternario en su conjunto y no solo al Holoceno. Además, la biodiversidad enfrenta una crisis severa, con el probable inicio de una sexta extinción masiva. Cambios como el uso intensivo de la tierra, la destrucción de ecosistemas, la domesticación de especies y las translocaciones de seres vivos ya están alterando el curso de la evolución biológica, como refleja el registro paleontológico reciente.

La duración actual del Antropoceno es ciertamente breve, pero sus características distintivas están documentadas con una precisión geológica, histórica e instrumental sin precedentes en el registro sedimentario.

Sedimentos del Eoceno (verticales, claros) y del Antropoceno (horizontales, oscuros) en la playa de Tunelboca (Getxo).

Formalizar esta nueva época es crucial, ya que el Sistema Terrestre muestra, en pocas décadas, un cambio evidente respecto a las condiciones previas del Holoceno. Independientemente de si la escala del tiempo geológico nos ubica en el Antropoceno o en la edad Megalayense del Holoceno, los desafíos existenciales futuros persistirán. Sin embargo, el reciente mensaje oficial de la comunidad geológica, afirmando que el planeta aún opera dentro de los parámetros seguros del Holoceno, contrasta claramente con la evidencia empírica observable, dañando la credibilidad de nuestra ciencia. Ignorar la información ambiental actual por razones ideológicas o intereses económicos es tan político como reconocer el impacto transformador de la actividad humana, claramente visible en los datos geológicos. Las Ciencias de la Tierra ofrecen una perspectiva esencial a largo plazo para entender un planeta que está experimentando cambios rápidos y profundos.