Un testimonio inédito sobre la vida de la prisión en el Fuerte de San Cristobal

Aranzadi

Lunes, 26 de Septiembre, 2016 — CEST

Lectura: 7 minutos

La entrada a la presentación está abierta a todas las personas interesadas en este oscuro capítulo de la historia reciente.

He aquí una introducción al libro de la mano de los autores:

“En la mayoría de las ocasiones recordamos el pasado a través de sus grandes personajes olvidando que la historia la hacen personas anónimas como Juan Mari Pallín. Este libro es testimonio en primera persona de sus vivencias y de los de cientos de compañeros que compartieron en el penal de San Cristobal. Sus vidas cambiaron tras su paso por esta cárcel donde las insalubres condiciones de vida, las continuas conculcaciones de los derechos humanos y la represión franquista eran la norma de todos los días.

Una realidad que tras el golpe militar de 1936 y la posterior dictadura se quiso ocultar, y de la que fue consciente Juan Mari Pallín dejando por escrito su diario. Una historia que gracias a entidades como Altafaylla Kultur Taldea, Asociación de Familiares Fusilados de Navarra, Txinparta,… y a investigadores como José María Jimeno Jurío, Fermin Ezquieta, Fernando Miquelarena… cada vez conocemos mejor. A todos ellos nuestro reconocimiento, así como a los promotores de esta publicación y a esa gran entidad científica que es Aranzadi. La sociedad civil y los representantes de las instituciones públicas nos sentimos orgullosos de poder compartir esta publicación y darle un rango de oficialidad.

Nos viene al pensamiento el sufrimiento de las madres, hijas, esposas, familiares de los presos de San Cristóbal. Desde Plentzia sus familiares dirigirían sus miradas hacia el mar infinito buscando la libertad perdida, y desde Pamplona miraban hacia el monte de Ezkaba, con temor, sabiendo que estaban allí pero con la incertidumbre de si algún día los podrían ver libres. Pese a los insultos y las vejaciones ellas siempre estuvieron ahí, esperando, sin perder la dignidad y sin embargo tan anónimas. A ellas también, nuestro reconocimiento.

Texto: Joseba Asiron (alcalde de Pamplona), David Crestelo (alcalde de Plentzia)

“El fuerte Alfonso XII está situado en la cima del monte Ezkaba a 892 metros de altitud. Este fuerte fué utilizado como prisión durante la guerra y años posteriores a ésta, de 1936 a 1945. Además de un corto período anterior. Se le consideraba una de las prisiones más duras del estado español. Este es el monte más cercano a nuestra vieja Iruña.

Yo Amaia, nieta de Carmen Fleta Recio, tras comprobar que las numerosas investigaciones, reportajes y libros que se habían publicado sobre Ezkaba se referían exclusivamente a los hombres y sus penalidades, y que se había ignorado el papel que las mujeres habían desempeñado en esa historia, comencé a investigar, primero sobre mi abuela, sobre su militancia y solidaridad con los presos. Comenzando con mi abuela, surgieron más nombres y fui madurando la idea de profundizar en la investigación de aquellas mujeres de las que tan poco se sabía. Mujeres de Pamplona que desde la clandestinidad se solidarizaron con los presos del fuerte y con sus familiares.

Yo Gotzon, también tuve a mi madre y abuela, recorriendo cárceles tras los pasos de mi abuelo, mi tía y mi tío. No los tuve en Ezkaba. Éstos disfrutaron de la suave brisa de la cárcel de Ondarreta en Donostia. Amaia y yo, estábamos condenados a encontrarnos. Paco Etxeberria nos puso en contacto y a partir de entonces, me uní a una apasionante investigación que ya va dando sus frutos. Los dos somos de Iruña. Los dos somos miembros de Aranzadi y como muchos “Iruñ seme alabak” todos los días vemos el omnipresente Ezkaba encima nuestro. Con sus nieblas, nieves, hielos, lluvias... y su fuerte, donde varios miles de hombres padecieron las duras condiciones de vida que allí se dieron. Los supervivientes jamás pudieron olvidar lo que allí vivieron y arrastraron de por vida secuelas en forma de enfermedades allí adquiridas.

Fueron muchos los que dejaron allí su salud. Otros jamás salieron vivos. A pesar de los enormes esfuerzos, del régimen y de los implicados en aquellos crímenes, por mantener oculta aquella historia (destrucción de documentos, archivos secretos, etc.), son muchos los trabajos de investigación que han dado a la luz diferentes aspectos de lo que en el fuerte ocurrió. En algunos de esos relatos se menciona de pasada a las mujeres que subían a prestar ayuda a los presos, pero no hay ninguno que se centre exclusivamente en el papel que jugaron las mujeres en aquellos hechos.

Es innegable que ha pasado mucho tiempo y que muchas de las personas testigos de esa época ya no pueden prestar su testimonio, pero es increíble el número de personas a las que se ha podido entrevistar, con relatos de una importancia increíble para la investigación, con documentos, fotografías, grabaciones... fuimos desvelando parte de la callada y abnegada labor de aquellas mujeres. De algunas no hemos podido más que rescatar su nombre. De otras, filiación completa e incluso sus relatos directos. De otras hasta su filiación política. Mujeres socialistas, anarquistas, comunistas, nacionalistas,... Entre esas historias aparecen parentescos y una intrincada red de confidencialidad, clandestinidad... Pero también historias de amor que surgen de la continuada relación entre el preso y la emakume que le atiende. Ese es el caso de Blanki Menaya Erburu, de Iruña y Juan Mari Pallín Bilbao, de Plentzia, unidos de por vida.

Amaia localizó en Donostia, a una de las dos hijas de aquel matrimonio: Idoia Pallín Menaya. Casualidades de la vida, en Ondarreta, allí donde estuvieron presos los parientes de Gotzon. Nerviosos y emocionados, fuimos a Donostia a aquella primera entrevista con Idoia. Tocamos el timbre y nos presentamos. Desde el primer momento nos caímos bien. Tras colocar el trípode y enchufar la cámara hicimos la entrevista. Parecía que nos conociésemos de toda la vida. Pero tras la conversación, conocíamos las andanzas de Blanki, como si ella misma nos las hubiese contado y las de Juan Mari y las de Petra Erburu y las de unos cuantos personajes más, que de los labios de Idoia fluían como si los estuviésemos viendo en directo.

Pasó luego a mostrarnos algunos recuerdos que guardaba de su padre. Aquello fue demasiado: fotos, escritos, artículos publicados, cartas al director, unas memorias de su estancia en el fuerte, que Idoia había mecanografiado del original manuscrito, un “recetario farmacológico” manuscrito, en letra pequeñita para aprovechar el escaso papel disponible, con dibujos primorosos a todo color y encuadernado. Pero el más sorprendente fue un “tratado de la lengua griega”, también manuscrito, que no es sobre la lengua griega, como su título da a entender, sino sobre el euskera.Usa el alfabeto cirílico utilizado en los idiomas del este europeo (Ruso, Griego, Búlgaro, etc.), para enmascarar al Euskera en todo su tratado, utilizando el Castellano (este si en alfabeto latino) para las descripciones generales en las que no se usa el Euskera, con lo que consigue realizar un trabajo sobre un idioma perseguido, el Euskera, sin que la dura censura del fuerte se percate.

Le pedimos a Idoia que nos dejase llevar aquello a la sede de Aranzadi, pues pensamos que aquellos escritos no podían estar más tiempo ocultos. El revuelo que se armó en Zorroaga es proporcional al valor de éstos. Esa misma noche devolvimos a Idoia aquellos documentos, que ahora se publican tras ser digitalizados. Ahora, cuando miramos a Ezkaba, mil historias vienen a nuestra mente, muchas de ellas gracias a mujeres como Idoia, que durante tantos años supo guardar y darle la importancia que tenía a aquel legado de sus padres y madres.

Va despejando la niebla y en el fuerte algunos afortunados esperan que algún rayo de sol entre en su pabellón, otros, más afortunados, esperan a unas mujeres valientes que cargadas con ropa limpia y algo de comida, consigan llegar sin problemas, salvando los múltiples obstáculos que el monte y las “circunstancias” esconden. Otros, mientras esperan, escriben.”

Texto: Amaia Kowasch Belasko - Gotzon Berjerandi Etxeberria