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Una nueva estrella en el cielo… y un recuerdo que brilla con fuerza
El pasado 12 de junio se detectó un nuevo objeto brillante en el cielo nocturno.
Su magnitud era de 8,7, demasiado débil para observarlo a simple vista, pero fácilmente visible con ayuda de un instrumento óptico. Pronto se confirmó que se trataba de una nova clásica, un fenómeno espectacular fruto de la interacción entre dos estrellas que forman un sistema binario.
En este tipo de sistemas, una enana blanca —remanente de una estrella de masa parecida a nuestro sol— roba lentamente material de su compañera, normalmente una estrella más grande y más fría. Ese material, compuesto sobre todo de hidrógeno, se va acumulando alrededor de la enana blanca formando un disco de acreción. Cuando la cantidad de material acumulado alcanza una masa crítica, se desencadena una reacción de fusión nuclear. El resultado: una potente explosión que lanza ese material al espacio y provoca un aumento de brillo que puede llegar a ser hasta 200.000 veces más intenso que el del Sol.
El 16 de junio, esta nova recibió su designación oficial: V462 Lupi. Desde su descubrimiento, su brillo ha seguido aumentando hasta alcanzar la 5ª magnitud, lo que significa que ya es visible a simple vista desde lugares con cielos oscuros, lejos de la contaminación lumínica.
Encontrarla no es difícil si sabemos dónde mirar. Justo después del anochecer, dirijamos la vista hacia el sur. Allí reconoceremos fácilmente a Antares, la estrella más brillante de la constelación del Escorpión. A la derecha de Antares se encuentra Lupus, el lobo, una pequeña constelación cercana al horizonte. Para observarla bien, conviene buscar un lugar elevado y con el horizonte sur despejado. Algún monte o zona apartada puede ser ideal.
Ese mismo 16 de junio, coincidiendo con el momento en que esta nueva luz ganaba protagonismo en el cielo, nos dejó Fermín Leizaola, nuestro gran amigo y compañero. Aunque su pérdida deja un gran vacío, es una bonita coincidencia: podemos decir, de verdad, que tenemos una nueva estrella brillando en el cielo.
Y para poder verla debemos ir a una zona apartada de las luces de las ciudades y a ser posible un lugar alto. Aralar podría ser un buen sitio, donde Fermín se sentía como en su casa.
Virginia Garcia
P.D. y no puedo evitar esbozar una sonrisa recordando lo que Fermín terminaba diciéndome cada vez que hablábamos de astronomía… “me tourne la balle”